
En estos meses de ejercicio profesional como Mentora de crecimiento personal, he identificado varios temas que se repiten con frecuencia, tanto en conversaciones con mi entorno, como en reuniones de trabajo, mentorías, etc.
Hoy quiero compartir con vosotros una metáfora que sirve para entender con más claridad qué es el desarrollo personal.
A mi me fascina esta historia.
Mi experiencia ha sido exactamente así y lo he podido leer y escuchar también en expertos en estos temas, que llevan mucho tiempo en este camino.
Es la metáfora del bambú.
Una metáfora que se repite en los procesos de desarrollo y transformación personal.
Cuando se planta la semilla del bambú no se ve el crecimiento hasta pasados unos años. Todo su desarrollo inicial es subterráneo. Se está construyendo una compleja estructura de raíces que se extienden vertical y horizontalmente por la tierra.
Cuanto más profundas son las raíces, más altura tendrá la planta.
Y pasados entre 2-5 años, el bambú se asoma y crece velozmente hasta alcanzar una altura de hasta 30 metros.
Si habéis visto algún bosque de bambú, es impresionante su belleza y altura.
Algo similar ocurre con el crecimiento personal.
Uno comienza este camino y parece que no hay resultados. Parece que todo sigue igual, y entonces en ese proceso, aparecen las dudas, la incertidumbre, la frustración,… y muchos abandonan este camino y vuelven a la situación anterior, a su zona de confort, al piloto automático de la vida, a los malos hábitos, perdiéndose la oportunidad más bella de encontrar el verdadero sentido a la vida y vivir en propósito.
La vida nos susurra en muchos momentos, pero hay que querer escucharla.
Los que continúan y se mantienen fieles es porque creen en este camino.
Y van viendo poco a poco pequeños cambios, aparentemente insignificantes, pero que anima mucho y te hace sentir en armonía con la vida.
En ese proceso, de pronto un día todo empieza a cambiar de manera más rápida. Como el bambú. Una vez que sus raíces están bien estructuradas, entonces se asoma el resultado y crece a una velocidad increíble.
Los resultados rápidos no se sostienen en el tiempo. Por eso, como en la mayoría de las cosas bonitas de la vida, hay que ser paciente, perseverante, creer, tener fe, confiar en nosotros mismos, tener mentalidad de crecimiento y abundancia, y sobre todo, una actitud de aprendizaje cada día.
Y de esa manera, con unos principios y valores bien arraigados, creceremos todo lo que podamos.
Una vez que has iniciado este camino, es imparable el crecimiento que nos lleva a ser nuestra mejor versión.
Hemos venido a brillar y ser luz. Cada ser humano tenemos una Misión y solo se puede vivir en plenitud cuando descubres con claridad el gran regalo de la vida, para qué estamos aquí, y así, llegar a la convicción de lo importante que es vivir en propósito.
Ese es el apasionante trabajo de mis Mentorías.
Un aprendizaje mutuo que mucho se parece a la historia del bambú.
Me parece una excelente manera de entender el desarrollo personal.
Espero que esta metáfora del bambú te sirva tanto como a mi me ha servido.



